lunes, 7 de octubre de 2013

Emisoras comunitarias en norte de santander


En Colombia, cuando los años 70 llegaron a su fin, se comenzó a percibir una nueva necesidad que inquietaba a algunos curiosos: ¿Cómo lograr que aquellos colombianos que vivían en zonas apartadas, donde no había ni rastros de escuelas, pudiesen recibir alguna clase de educación? 

Si bien para entonces las escuelas radiofónicas del sacerdote José Joaquín Salcedo llevaban ya 30 años al aire emitiendo desde el municipio boyacense de Sutatenza, la realidad no era nada grata para cientos de pueblos que seguían desconectados del maravilloso invento de la radio.

Así las cosas, y después de reunir algunas ideas, el Ministerio de Comunicaciones entregó las primeras frecuencias a las propias comunidades para la emisión de programas educativos, haciendo posible así que vastas  zonas rurales accedieran por primera vez a los medios masivos de comunicación.

Hoy, este medio es, para muchas personas, la única forma a través del cual se informan de la realidad local, de sus proyectos, de sus problemas y de sus esfuerzos por salir adelante. Según Martha Isabel Martínez, Directora Ejecutiva de Radar (Asociación de Radios Amigas Comunitarias de Norte de Santander), cada municipio es dueño de su emisora comunitaria. “Cuando la gente se apropia de ella, la siente suya, participa en ella y se escucha”, dice.

“En Colombia hay alrededor de 506 emisoras comunitarias, pero hay que reconocer que muchas de ellas son sólo de nombre, pero no de apellido”, dijo Tito Ballesteros, comunicador social y capacitador de Radar. “Es decir, en términos de la ley son comunitarias, en términos de nombres se llaman comunitarias, pero en términos de la apropiación, del uso y labor como comunitarias, poco”.

En Norte de Santander hay 28 emisoras en total, repartidas en diferentes municipios. Algunas de ellas han sido merecedoras  de  reconocimiento nacional por la  calidad  de sus  producciones radiales y la promoción de procesos  sociales y culturales. Su producción no solo cuenta con el apoyo de ministerios y entidades, sino que su sostenimiento es posible también gracias a los aportes que hace la comunidad, con el respaldo de parroquias  o comunidades religiosas que tienen adjudicadas las radios.

Pero no todo ha sido perfecto. Desde sus inicios, la radio comunitaria ha tenido obstáculos para desarrollarse debido a los pocos recursos financieros con los que cuenta. 

“Hay esfuerzos muy interesantes, en los que vale la pena reconocer que la creatividad va rodando por las vías de la radio comunitaria”, dijo Ballesteros. “Las radios comunitarias abrazan la incertidumbre, salen de la zona segura y asumen riesgos creativos”, concluyó.

Para él, esto resulta fundamental, porque quienes generan los contenidos ahí no son las personas que generalmente dicen que saben.

Ballesteros está seguro de que en la radio comunitaria no se encuentran las formulas repetidas de la radio comercial a la cual “le están sobrando estrellas”.  

Uno de los limitantes para el avance de estos medios es que muchos no tienen los equipos y las tecnologías necesarias, principalmente del servicio de internet. “El internet es fundamental, pero su instalación en los municipios no dependen de nosotros, sino de los entes territoriales que gestionen este  servicio con el gobierno”, aseguró Martínez.

Con una programación que en lo fundamental no varía mucho y que se nutre de música, de programas enviados en medio magnético por correo desde diversas entidades oficiales y privadas, y de pequeños noticieros que casi siempre se limitan a la lectura de los periódicos, las emisoras comunitarias siguen siendo, con todo, el punto de encuentro de miles de personas en el departamento que hacen así cada día su entrada al siglo XXI.

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